Tomaría todo el aire hoy, absolutamente
todo el aire hoy. El mar debe ser un gran sahumerio.
Subo a cubierta. El sol tuerce sus gruesas caricias a lo largo del viento, sus cuerdas, sus culebras. Atardece pero
pega el calor.
El sol pega.
"¡Ay, hola! ¿Habéis estado perdido, pequeño loquillo?
No te hemos visto en el comedor."
Dos sudores me bajan. El sol y
Melinda. Pero mis párpados no se mueven y desde un centro lugar eje muro,
desde el contorno de mis aires, le encajo una estática e indolora
mueca a Melinda.
La mueca del
espantapájaros.
Se descorre la pintura un momento de su cara
se desgaja
se desgarba
se desgarra
se desgana, se desviste, se muere, se pudre, obsoleta, reseca
se muere. Un momento.
Se descalza, se pincha. Se descascara. Es casi casi
como cuerear a un conejo vivo en carne viva.
"A ver pues, cuándo nos dignas con tu presencia y volvemos a ser los tres de siempre, ¡pues!"
Y miramos hacia el mar.
Transita el sol. Lo amo.
O lo amo porque se va.
O lo amo porque volverá.
Sus cuerdas se van. Sus culebras se van,
inasibles.