Cajón
¿Cae mi pene en la mano de Melinda? Cae.
Hay un olor barroco aquí. Algo está sucediendo. Olor a arcillas, a merienda sin ganas,
a humedad, a moho de libros. Y cae.
Sonríe Melinda. Siento que toda la vibración
de estos minutos,
toda la visión y la fuerza crecidas leudadas en este camarote,
mi virilidad, mi pulsión, mi lujuria,
mi furiosa decisión seducción tribulación convicción incitación,
fueron lentamente cortadas de raíz por
una filosa cuchilla empuñada por Melinda.
O alivio o alegría o fastidio o nada.
Y sonríe Melinda. Se seca magistralmente el semen de la mano,
mano cajón mano armario mano ropero mano mueble hermético madera olorosa marrón garra
cajón donde sé que me guarda. Ahora.
Donde sé que me descarta.
Melinda sale. Su vestido va como vino. No hay danzas ni agites, menos fiestas.
No hubo cuerpos arqueados laqueados desmesurados
ni hormiguitas por la espalda. La imagen se me queda contenida desde que abre la puerta del camarote
y me mira sonriendo
hasta que
desaparece cerrando.
Y me gustaría estar cerca de la orilla
ahora. En tierra.
Entierra.