Niebla
La humedad que permite.
O ciega. Agosto.
Atravieso el pasillo decididamente. Nadie ha de cruzarme en él. Voy
a irme en mi tubo hacia la superficie. Aquel que fui y va colgando de mi
ser, no quiero que esté. No. Aunque.
Veo los hombros, las luces de las ropas, el crucero se descalza de gente en este puerto. Y hoy en tantos meses de mar,
hoy bajo. Hay unas manos vertebradas que elevan mi espalda y
abro el pecho a
dejar el agua. Dejar el agua. Fluir donde todos fluyen y
dejar el agua.
Es niebla matinal. El puerto se despereza sin aflojar la contractura de la mañana. Es niebla y moja la cara. La humedad que permite...
Y ciega. De pronto
soy un muñeco que recorre los mercados abarrotados.
Y al rato,
mis manos embolsilladas aguardan como niños aburridos
la vuelta al barco. Me detengo a mirar el pensamiento mientras un olor a frito
acampa en los toldos y el coserío en venta.
Y son tantas mujeres que me han traído aquí... La humedad que permite.
O ciega.
Melinda. Tarjetas de crédito. Bolsas de papel. Sahumerios. Souvenirs. Me entrega me ve me irrumpe comenta converso con ella.
"¿Habéis visto las curiosidades monísimas que tienen estos hombrecillos de aquí?" y me entrega en las manos aturdidas un presente una bomba una salida una señal un mensaje un convite una
catarata que
no quiero.
Pero acepto y una dura quebradura dura contractura se me disuelve cálida y cadavéricamente
muerta por la espalda y considero.
¿Es otra Melinda?
Igual huyo (porque intuyo). Pero, ¿es otra Melinda?
¿O yo otro soy?
Giro
y me entrego a la densidad de Agosto. Hablan mis ojos como nunca en tierra. Nieblan.
La humedad que permite. Vibrante cola de lagartija.
Y en mis pasos secuenciados al crucero,
despeja mientras. Abro alto y cierro los ojos.
Comienzo.